Isabel Canales Arrasate y Virginia Canales Arrasate
Médicas

Sobre vacunas y otras medidas covid19 en infancia

Las medidas que sigamos tomando en torno a las vidas de los más pequeños en esta pandemia deberían estar basadas en la mejor ciencia disponible, impulsadas por el respeto a sus necesidades

En relación con la vacunación covid19 infantil remitiros a diferentes e interesantes trabajos (SIAP, REAP...) al respecto que plantean como mínimo un debate que sigue sin darse. (https://labur.eus/qZt8u, https://labur.eus/rXXTo, https://labur.eus/mROGC).

La infección por SARS-Cov2 produce en infancia-adolescencia mayoritariamente una enfermedad leve, benigna y autolimitada. Las vacunas administradas en infancia (por ahora hasta 12 años) contra la covid19 en nuestro medio (Europa) siguen autorizadas para uso de emergencia por parte de las agencias reguladoras que las han calificado de seguras. Sin embargo desconocemos su perfil de seguridad a medio-largo plazo. Necesitamos tiempo y calidad de registro para conocer los posibles efectos adversos que pudieran ir apareciendo y sus implicaciones a futuro, como es el caso, entre otros, del aumento de casos de miocarditis / ericarditis (la mayoría leves pero sobre los que desconocemos su pronóstico) que se está dando en población joven tras la administración de dichas vacunas, como reconocía en septiembre el Comité de Vacunación del Reino Unido (JCVI), entre otros. (https://labur.eus/wK8rs)

El argumento de vacunar a los niños para contribuir a la inmunidad de grupo no se sostiene ni científica ni éticamente. Las vacunas actuales no evitan la transmisión, como ya hemos visto. El papel de los niños en la transmisión parece menor al de los adultos. Un número muy importante de niños ha pasado ya la enfermedad y por tanto tiene inmunidad natural según apuntan estimaciones en diferentes países. Es básico un estudio de seroprevalencia en niños, es muy esclarecedor el texto de Juan Simó al respecto. También necesitamos un estudio de inmunidad celular en esta población, que aporte más luz antes del debate de la indicación o no de vacunación en los niños. (https://labur.eus/5mEea)

En una muestra de niños entre 4-11 años del Reino Unido (acta 32 del JCVI) se apuntaba a que el 60% de todos los seronegativos tenían inmunidad celular robusta frente al SARS-Cov2. (https://labur.eus/Ox5hw)

Noruega no ofrece la vacuna a los menores de 12-15 años que ya han pasado la enfermedad. (https://labur.eus/cV8md)

Podríamos, al indicar la vacunación de esta población, estar sometiendo a los niños a un potencial riesgo sin necesitarlo, a un riesgo no compensado. Sin olvidar los aspectos éticos que supondría vacunar a esta población para conseguir un beneficio en otro grupo etario, que tampoco parece el caso.

Se ha extendido un discurso sobre la infancia y su papel en la pandemia como hipertransmisores que si bien en un principio no tenía ninguna evidencia, ahora va en contra de la misma. Se han despreciado sus necesidades en el diseño de las medidas tomadas, medidas sin evidencia que las sustentara en la mayoría de las ocasiones. Les hemos explicado, más que escuchado y observado a los niños, y todas esas restricciones que han sacudido sus vidas, han provocado, como parece, un probable impacto severo en su salud mental, (https://labur.eus/qYiOn), pero no solo, también en su salud física, niveles de probreza, realidad académica (https://labur.eus/YifaY).

Una enfermedad que apenas les afecta conlleva unos protocolos cada vez más estrictos, que de facto se acercan a aquel confinamiento inicial al que nadie quería volver, que les privan del contacto con sus amigos, afectando su derecho a la educación.

Las medidas que sigamos tomando en torno a las vidas de los más pequeños en esta pandemia deberían estar basadas en la mejor ciencia disponible, impulsadas por el respeto a sus necesidades y hechos diferenciales sin olvidar que su salud tiene una proyección de futuro especialmente larga, lo que nos obliga, más aún si cabe, a no hacer más daño del que decimos querer evitar. Su inmunidad natural tras la infección por el SARS-CoV2 seguramente sea igual de crucial que la construida en los primeros años frente al resto de coronavirus, inmunidad que entre otras cosas, hace menos probable una infección grave en edad adulta por el mismo virus. Primum non nocere.

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